Mi
casa es el paraíso recuperado. En ella vivo junto a
las esculturas, libros, relieves y cuadros que más
quiero. En verano el tórrido calor porteño no
logra penetrar sus anchos muros y al invierno lo disfruto
con salamandras y hogares distribuidos por todas las salas.
En mi casa el protagonismo lo tienen los libros.Afortunadamente
me liberé de televisores y radios hace tiempo y sólo
escucho a la noche el murmullo del agua de una fuente romana
de piedra París que monté en una de las terrazas.
Para orar, meditar y realizar las prácticas de Hatha
Yôga, construí un pequeño oratorio con
una cúpula inspirada en la bóveda de la roca
de Jerusalem. Tengo copones micénicos, incensarios
e imágenes diversas de santos e invocaciones de la
Virgen. Mis amigos más recientes son un buda indonesio
y una linda columna de Bali cuyo capitel está policromado.